miércoles, 24 de octubre de 2012

ALTURA VIRTUAL, UNIDIMENSIÓN Y ESTRUCTURAS MUSICALES

Roberto Rue

Publicación de las VIII Jornadas Argentinas de Música Contemporánea e Investigación 2012 organizadas por CORAT.

   La diferencia de altura que se percibe entre una nota aislada y un acorde, esta sujeta a una doble posibilidad. Por un lado están las relaciones que se producen entre la nota aislada y cada una de las notas del acorde, y por el otro, está la relación que se produce entre la nota aislada y el acorde como un todo indivisible para la percepción. Esta última, considerada como una relación de altura de segundo orden, permite la detección de patrones estructurales ocultos a la observación directa.

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La posibilidad de distinguir diferencia de altura entre dos notas musicales sucesivas, no se anula cuando éstas se escuchan simultáneamente. Igualmente, al escuchar un acorde, el oído tiene la particularidad de oír cada nota por separado. Es como si el comportamiento lineal de las ondas sonoras continuara, sin interacciones, en el ámbito de las sensaciones. En cambio, cuando dos frecuencias se encuentran muy cercanas entre sí, se percibe un solo tono que corresponde a la frecuencia promedio[1]. Estas leyes, conocidas por la acústica tradicional, han servido como referencia para elaborar una idea que, sin relación causal con las leyes acústicas y sin pretender ser ella misma una ley, puede ser utilizada como instrumento para el estudio de las alturas en los procesos musicales.  
Aunque el oído puede individualizar las notas que se escuchan simultáneamente, especialmente aquellas que se encuentran en el extremo agudo o grave, el acorde es un hecho irreductible para la percepción. La simultaneidad compromete la conciencia a un fenómeno indivisible. Hay una unidad de sensaciones que es irreductible, a pesar de ser posible la individualización de cada uno de sus elementos. Esto nos permite suponer la posibilidad de hallar una altura única para los acordes, basada en el promedio de las notas que lo forman. En general, estaríamos hablando de una probable tendencia del oído a elaborar una síntesis de las relaciones posibles contenidas en el acorde.
Melodía y acordes se formalizan a través de las alturas y, por lo mismo, son partes de un único proceso. Tanto la melodía como los acordes sucesivos implican direcciones y amplitudes simultáneas, expresadas solamente en términos ascendentes o descendentes. La idea de una frecuencia promedio (fp) es permitir que el fenómeno relacionado con las alturas sucesivas o simultáneas, y en sus dos únicas direcciones posibles (ascendente, descendente), pueda ser tratado como un único proceso lineal, es decir, unidimensionalmente.
Imaginemos una sola nota seguida por un acorde. La relación de altura que existe entre esta nota sola y cada una de las notas del acorde, tiene un grado de exactitud mayor a la que existe entre la misma nota y la altura promedio del acorde, no obstante, se podría estar hablando, en este último caso, de una relación de altura de segundo orden.
La posibilidad que una sucesión alternada entre notas y acordes pueda ser tratada como una única sucesión de alturas, permitirá disponer de un sólo orden de amplitudes y direcciones y, eventualmente, detectar patrones estructurales basados en estos dos parámetros. En el ejemplo 1 encontramos una nota aislada un acorde y dos notas simultáneas.
 La altura promedio del acorde que allí se encuentra se obtiene de la siguiente manera: se cuenta el número de semitonos que hay entre la nota más grave y cada una de las notas del acorde, y luego se divide esa cantidad por el número de notas del acorde. En el caso del segundo acorde del ejemplo 1a será: (2 + 16)/3 = 6 (Solb-Lab = 2,  Solb-Sib = 16). Si contamos seis semitonos a partir de Solb llegamos a la nota promedio del acorde (Do) como se muestra en 1b (nota negra).
El promedio se podría haber calculado desde cualquiera de las notas del acorde. Desde Lab: (- 2 + 14)/3 = 4; desde Sib: (- 14 - 16)/3 =  - 10. La altura promedio del último intervalo es la nota Re ya que 6/2 = 3.
El oído tiene la capacidad de individualizar las relaciones que se producen entre cada una de las notas que aparecen en 1a, ya sea sucesiva o simultáneamente. Pero, considerando que la simultaneidad es, en cierto sentido, un fenómeno único e irreductible, nos hace suponer que la audición va acompañada de una cierta tendencia a la síntesis de las relaciones simultáneas, por lo que las direcciones y amplitudes que allí aparecen podrían tener otro significado. Es decir, si alineamos la nota inicial junto a las dos alturas promedio, nos encontramos con la sucesión de tonos Sib-Do-Re que muestra el ejemplo 1b.

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Por supuesto, las relaciones de altura que existen entre las diferentes notas en 1a,  tienen un grado de verificación sensible mayor a la que puede darse entre una nota aislada y la altura promedio de un acorde, o entre alturas promedio. No obstante, al tratar estas últimas como relaciones de alturas de segundo orden, nos permitirá encontrar, a su vez, estructuras basadas en igualdades de segundo orden. Estas estructuras no tendrán un efecto espontáneo en la conciencia, pero tal vez puedan permanecer como rasgos inadvertidos, susceptibles de ser captados gracias a la repetición o la mayor atención, incluso podrían incidir en la forma experimentada desde otros niveles cognitivos de la percepción.
Algunas notas de los acordes tienden a destacarse naturalmente, pero si son convenientemente contrarrestadas con la intensidad, aumentará la posibilidad de reconocer una sucesión más lineal, como la que se forma por tonos sucesivos. Si bien es cierto que el oído, aun en estas condiciones, sigue estableciendo relaciones de primer orden, las alturas promedio pueden hacer sentir su efecto, aunque por supuesto, no de una manera espontánea, sino a través de una cierta predisposición a imaginarlo en ese sentido, como a veces ocurre cuando figura y fondo se disputan el predominio del campo visual, haciéndose necesario realizar un cierto esfuerzo voluntario para establecer alguna definición.

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A. Schoenberg, Klavierstük, Op. 33a







Se dijo anteriormente que la altura promedio puede servir, en principio, para detectar patrones estructurales basados en la amplitud y/o dirección de los intervalos. El ejemplo 2 pertenece al Klavierstück opus 33a de Arnold Schoenberg (compases 10-13). Si calculamos la altura promedio del primer acorde Si-Do-Fa-Sib tenemos (1 + 6 + 11)/4 = 4,5. Este es el número de semitonos que, desde el bajo, nos da la altura promedio. Como podemos ver, no es un número entero, es decir, no coincide con una nota del temperamento. Este resultado nos indica que la fp se encuentra entre las notas Re# y Mi. Si quisiéramos conocer la frecuencia exacta utilizamos ese valor como exponente de la frecuencia del semitono: f = 1,0594634,5 = 1,296839, y a este resultado lo multiplicamos por la frecuencia temperada de la nota Si del bajo 123,470825 ´ 1,296839 = 160,121781. Esta es la fp del primer acorde. 








Una vez calculada la fp de los restantes acordes, que se indica en el esquema del ejemplo 2 con la nota temperada más cercana en recuadro (a), podemos comprobar que hay una tendencia de los promedios a ordenarse por terceras menores y su inversión (Si-Re-Si), patrón estructural que se repite entre las notas del siguiente compás con intervalos diferentes: la quinta (b) y la cuarta (c). La nota (Sol#) es una nota implícita en la estructura formada por cuartas.
El concepto de dirección y amplitud aplicado a las alturas puede relacionarse con una sucesión de notas, con una sucesión de acordes o una sucesión alternada entre notas y acordes. Sólo en el primer caso las variables de dirección y amplitud resultan ser puntuales, aspecto que definió siempre la identidad melódica en la música tradicional (motivos, por ejemplo). En los dos casos restantes, aunque el oído puede individualizar las notas del acorde, la irreductibilidad de la percepción asociada a los acordes, nos hace suponer una altura única o una síntesis cercana a ella. Así, de la unidimensión que resulta de las notas y promedios, se logra un nivel de observación más abstracto y general de las alturas, pudiéndose detectar la presencia de patrones estructurales ocultos a la observación directa. Por la propiedad que los distingue suponemos que intervienen en la organización de la percepción y es muy probable que, hasta cierto punto, logren condicionar la forma percibida.


Estructuras binarias

En nuestro estudio las estructuras musicales están asociadas, primero, con las frecuencias naturales de baja magnitud, y luego, con las sucesiones de intervalos iguales o con mínimas diferencias, porque la simplicidad y la igualdad son propiedades distintivas de la buena forma. Asociadas a estas propiedades también se encuentran la semejanza de patrón y la repetición, que no están siempre disponibles a la observación directa. Para detectarlas hemos recurrido a la frecuencia promedio, lo cual permite desplazarnos hacia un nivel más abstracto de observación. En lo que sigue, avanzaremos un poco más en este sentido, ya que estamos convencidos de que la unidad de la forma se logra a través de diferentes niveles cognitivos de la conciencia.
Excitación, sensación y percepción son tres etapas del conocimiento sensible. A las primeras podríamos imaginarlas reducidas a dos únicos estados posibles: mayor o menor actividad, dependiendo de la variación, en el mismo sentido, de las magnitudes involucradas en los estímulos externos. Los aspectos musicales que pueden estar bajo esta consideración son las duraciones rítmicas, la amplitud de los intervalos, la concordancia armónica, la densidad, la intensidad o cualquier otro parámetro susceptible de ser evaluado cuantitativamente, y cuya variación tendrá como efecto un mayor o menor esfuerzo del sistema auditivo.
Esta bipolaridad de estados nos permitirá descubrir niveles generales de articulación que no están vinculados a la naturaleza de los elementos que intervienen, sino a la relación que existe entre ellos. Es similar al significado que tienen los números en las matemáticas, es decir, una abstracción que puede ser aplicada a un conjunto de elementos cuya naturaleza no necesitamos conocer. Por ejemplo, 2 + 3 = 5 es una abstracción formalmente válida para cualquier conjunto de cosas.
La idea que desarrollamos se apoya, igualmente, en la particular situación de los fonemas del lenguaje, ateniéndonos al íntimo parentesco que existe entre el lenguaje y la música, en tanto son procesos sonoros y temporales. Uno de los hallazgos más importantes de la fonología es haber establecido que los signos del lenguaje no tienen vinculación necesaria con los objetos que designan, y que son las oposiciones fónicas las que realmente interesan en el proceso de la comunicación. Es decir, el carácter diferencial es lo único que le da a un fonema su valor lingüístico (Saussure). Gracias a esta particularidad, la lingüística estructural ha logrado aproximar el sistema fonológico a la propiedad universal de las estructuras matemáticas, independientemente de cualquier “imposición subjetivista” (Trubetzkoy).
 La sistematización de los fonemas sobre la base de la oposición binaria, como lo sugiere la tesis estructuralista[2], le da prioridad a la relación entre los elementos del lenguaje por encima de la naturaleza de esos mismos elementos, tal como las “matemáticas gestálticas”, donde prevalece el factor relacional (forma y orden) por encima del cuantitativo (Bertalanffy).
Cuando nos referimos a un principio de oposición estamos hablando de términos que, de alguna manera, están vinculados entre sí, que tienen algún factor común, ya que de otro modo tal oposición no podría realizarse. En el caso de los parámetros musicales, el factor común es la magnitud, pero no la magnitud en sí misma, sino en relación con otras del mismo parámetro, lo que permite la formación de una sintaxis relacional no exenta de cierta significación formal.
 Un conjunto definido por la naturaleza de los elementos que lo componen, solamente podrá ser igual a otro que esté formado con los mismos elementos. En cambio, si se define por la cantidad de elementos que lo forman, la posibilidad de hallar otros conjuntos iguales es ilimitada. Los conjuntos A y B son iguales si están formados con los mismos elementos {a, b, c}. Pero si en vez de tener en cuenta la naturaleza de los elementos que forman el conjunto, se considera la relación de cantidad entre esos elementos, existirán tantos conjuntos iguales como relaciones iguales de cantidad existan entre los elementos que lo forman. Así, el conjunto A será igual al conjunto B si, aun teniendo elementos diferentes, la relación de cantidad (mayor, menor) entre los elementos de cada conjunto es igual: A = {3a > 2b < 4c} y B = {5d > 1e < 7f}, y pueden considerarse iguales a los conjuntos C, D, E… Z, si la relación de cantidad entre los elementos de cada uno de estos conjuntos es la misma: C = {3g > 2h < 8i}, D = {5j > 1k < 6l}, E = {4m > 3n < 4o}… {8x > 6y < 11z}.
La equivalencia musical se puede enunciar de la siguiente manera: en una sucesión de notas puede ser que no existan repeticiones pero, considerando que entre ellas hay sólo dos únicas direcciones posibles (ascendente, descendente), no se puede evitar que aparezcan patrones de repetición en este sentido. Así, lo que aparentemente es una variación incesante de elementos (notas), desde un nivel más general (relaciones) se transforma en una constante repetición, hecho que puede ser muy significativo si se tiene en cuenta la importancia de la ley de identidad en la organización de la percepción.
Una manera de ejemplificar los patrones de repetición basados en las relaciones, es utilizar la dirección melódica del intervalo, porque se ajusta estrictamente a la bipolaridad requerida, aunque en este caso el cambio de dirección no signifique un mayor o menor esfuerzo auditivo, como en el caso de los parámetros susceptibles de ser evaluados cuantitativamente. Esta imposibilidad se debe a que la energía de un sonido es proporcional tanto a su frecuencia como a su amplitud, por lo tanto, un intervalo ascendente no significa necesariamente un aumento de la energía (tensión auditiva) porque proporcional al aumento de la frecuencia disminuye al mismo tiempo su amplitud, que también es un componente de la energía cinética. Lo mismo sucede con el intervalo descendente, disminuye la frecuencia pero aumenta la amplitud, el otro componente de la energía, con lo cual tampoco habría diferencias que dieran lugar a la sensación de reposo auditivo.
Lo que se acaba de comentar se refiere a intervalos entre dos notas con igual intensidad, donde las magnitudes involucradas (frecuencia, amplitud) no producen efectos de tensión o reposo. En cambio, cuando intervienen más de dos notas, es la diferencia en la magnitud de los intervalos, y no la dirección, lo que produce estados de tensión y laxitud. Por ejemplo, Sib ^ Fa v Do produce mayor tensión que Sib ^ Fa v Mi[3].
Aunque la dirección melódica entre dos notas no exprese por sí misma tensión o reposo, mantiene la idea de oposición binaria, y en principio puede servirnos para ejemplificar la detección de patrones de repetición basados en las relaciones.
El ejemplo 3 pertenece a la parte cantada de la obra Drei Gesänge, opus 23, II, de Anton Webern (compases 2-12). Aparentemente, no hay patrones de repetición basados en notas o intervalos, pero si se tienen en cuenta las direcciones ascendentes (1) o descendentes (0) de las notas, se pueden detectar las siguientes sucesiones repetidas: 01101010 y 1100010.

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 A. Webern, Drei Gesänge, opus 23, II


Los motivos musicales de una obra tradicional son evidentes por sí mismos y por eso su identificación no es complicada. En cambio, en la música contemporánea abstracta, la situación es diferente porque el oyente no experimentado tiene la sensación de estar ante una variación incesante. Sin embargo, al cambiar el nivel de observación, es decir, al no tener en cuenta los elementos que la componen sino la relación que hay entre ellos, se ponen en evidencia factores de igualdad que podrían ser muy útiles al momento de querer explicar la coherencia formal. Esto último, por supuesto, tendrá valor como instrumento de análisis siempre que se acepte el hecho que las estructuras abstractas basadas en relaciones de oposición pueden incidir en la organización de la percepción, ya sea desde un nivel advertido por la conciencia o no.

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A. Webern, Fünf Canons, op.16, I



El ejemplo 4 pertenece a Fünf Canons, opus 16, para canto, clarinete y clarinete bajo del mismo compositor (compases 8 y 9). Independientemente de las semejanzas en el perfil melódico de cada una de las voces, las articulaciones de segundo orden formadas entre las notas y las alturas promedio de los acordes (fp), muestran la siguiente repetición en la dirección melódica: 1001101.
En el próximo ejemplo (5), las estructuras se asocian ahora a las duraciones rítmicas, y como en este caso hay variación de magnitud, los dígitos binarios sí denotan estados de tensión y reposo.

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A. Schoenberg, Piezas breves para piano, op. 19, II





Una duración larga seguida de una breve produce tensión (negra > corchea = 1), una duración breve seguida de una larga produce reposo (corchea < negra = 0). Los dos fragmentos pertenecen al opus 19, II, de Arnold Schoenberg. El primero de ellos abarca desde el final del compás 3 hasta las primeras notas del compás 6, el segundo desde el compás 7 hasta el final. Si se considera la distancia entre ataques sucesivos y se toma la corchea como unidad, las duraciones del primer fragmento según el número de corcheas son: 2112311131112 y las del segundo: 311223112214. Los ataques sucesivos de igual duración (111, 22) carecen de orientación, es decir, no conducen a estados de tensión o reposo, por lo tanto pueden ser suprimidos y nos queda: 21231312 y 31231214. Aunque las duraciones de cada fragmento son algo diferentes, al ser representadas por sus estados de oposición (mayor, menor) resultan ser exactamente iguales: 1001010.

2 > 1< 2 < 3 >1 < 3 > 1 < 2  =  3 > 1 < 2 < 3 > 1 < 2 > 1 < 4

Las estructuras iguales basadas en relaciones de oposición aparecen en todos los parámetros susceptibles de ser evaluados como magnitudes, y como la relación entre ellas es unívoca (mayor/menor), entonces un mismo patrón de repetición puede estar representado por diferentes parámetros. Por ejemplo, la sucesión anterior 1001010 podría estar asociada a la amplitud de los intervalos, a la concordancia de los acordes, a las diferentes intensidades, a la mayor o menor densidad, etc. Esto significa que una misma variable puede representar un único orden de sensaciones para estímulos sonoros de distinta naturaleza. Consideremos de esta manera la variable 10. El efecto sensible que representa esta variable (tensión/laxitud) será el mismo en cualquier parámetro, si se mantiene el orden de las relaciones entre las magnitudes. Algunos de ellos pueden ser:

Ritmo: negra < corchea > negra

Melodía: Do# v Si v Mi ^ Fa

Armonía: Mi-Sol-Si (6:5:4) < Mib-Sol-Si (16:20:25) > Mib-  
Sol-Sib (4:5:6)

Intensidad: p < f > p

Densidad: 3 notas < 5 notas > 2 notas

Tempo: lento < rápido > lento
                                 
En el análisis musical, aún está muy difundida la idea tradicional, cartesiana, de aislar los elementos del conjunto para luego hacer una descripción de cada uno de ellos. Sabemos, sin embargo, que las propiedades y la naturaleza de los procesos en los niveles superiores, no son explicables por la suma de las propiedades, o por la naturaleza de sus componentes tomados aisladamente. El fenómeno musical es un hecho irreductible para la percepción, por lo tanto la evaluación de elementos aislados carece de sentido, aun cuando el acto de percibir implique procesos naturales de análisis. Aquí es cuando la psicología se encuentra inexorablemente comprometida con el equivalente del campo físico, esa especie de “geometría” del tiempo y del espacio que mantiene todos los elementos involucrados en mutua dependencia. En el ámbito de la psicología, el concepto de campo se refiere al conjunto de los elementos simultáneos aprehendidos por la percepción, sean estos conscientes o no, en el momento que se da la condición de proximidad en el tiempo y en el espacio, entre los diferentes elementos de un mismo conjunto.
Frente al continuo del tiempo y del espacio el pensamiento necesitó recurrir a la digitalización en instantes y puntos para establecer un principio racional de control. Igualmente, frente a la irreductibilidad de la percepción se hace necesario formalizar una estructura que represente de manera abstracta las relaciones entre los elementos, independientemente de su naturaleza, para permitir orientar el pensamiento hacia nuevos modos de describir y explicar procesos tan complejos como la música. Es lo que hemos intentado hacer al reducir los acontecimientos musicales a una secuencia de símbolos binarios. Al cambiar el nivel de observación se logra una extraordinaria simplificación, y se pueden descubrir patrones de repetición ocultos a la observación directa y que seguramente influyen en la forma percibida.


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[1] Acústica y Psicoacústica de la Música, J. G. Roederer, Pág. 41.
[2] El código fonológico binario está basado en algunas de las siguientes oposiciones: vocálico/no-vocálico, consonántico/no-consonántico, compacto/difuso, grave/agudo, nasal/oral, tenso/laxo, continuo/ interrumpido, estridente/suave, etc.
[3] Los intervalos ascendentes o descendentes se indican con los símbolos:  ^  v